Es ya una historia repetida: renunciar a algo bueno inmediato, a mis proyectos y deseos, por alcanzar
un bien mayor, que quizá no repercuta directamente en mí, pero sí en el mundo en el que vivo. Porque
no vivimos solos y porque toda vida es más valiosa que mis propios proyectos y deseos. Eso es dar la
vida por los demás: perder para ganar.
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